La plaza de la Virgen de Valencia era el escenario
ideal. Si cerrabas los ojos escuchabas el agua de la fuente soñar
despreocupada, el aleteo de las palomas que pasaban sobre tu cabeza, las sillas
que se arrastraban concluyendo conversaciones, las voces que discutían animadas
el partido de ayer y a los niños gritando en su propio partido.
Si, entonces, abrías los ojos, veías el espectáculo
de luz y color que es Valencia en el mes de abril. El sol se reflejaba en las
paredes de los edificios, en la catedral y en la basílica, en el suelo, en las
miradas.
Agité mi café con hielo y escuché el sonido de los
cubitos que chocaban entre sí. Le di un trago y lo dejé reposar de nuevo sobre
la mesa. Me lo quedé mirando, con aquella luz que atravesaba el cristal, y los
cubitos de hielo, y el propio café, y pensé que era hermoso.
Y me perdí en uno de los reflejos del cristal y
volé. Volé alto. Primero cogido de las alas de una paloma y después de las
plumas del viento y luego con mi alma tan humana, tan divina.
Y de pronto respiro y vuelvo a mi lugar, sentado en
una plaza bebiendo un café con hielo. Miré a toda la gente que había a mi
alrededor. Pensé que era extraño que ninguno se hubiese dado cuenta de cuánta
belleza allí había. ¿Qué clase de hechizo les cerraba los ojos? ¿Qué extraño
ímpetu les hacía andar tan rápido que no eran capaces de detenerse a contemplar
el espectáculo de la belleza?
Y me digo a mí mismo que o bien yo estoy loco y veo
cosas que no existen, o bien todos los demás están ciegos. Si ellos están ciegos
quisiera ayudarles a recobrar la vista.
Si yo estoy loco… bueno, si yo estoy loco, quiero
que todos prueben mi locura.
me ha gustado! Hay q estar un poco loco para ver un poco más allá... no es fácil, hay q estar loco!
ResponderEliminarHay que ver un poco más allá. Te invito cordialmente a que lo hagas. Esto es precisamente lo que propone Poesía Viva.
EliminarYo me apunto.
ResponderEliminarBuen relato, Teox.
¡Eso es, eso es!