No sé si recordareis aquel jazmín y aquel algarrobo del que ya algo escribí. No dije nada entonces, pero un compañero tenían; el pozo. Misterio para los pequeños y objeto de cuidado para los mayores, ya que el peligro que entrañaba era tanto como los muchos bienes que de su clara y fresca agua dependían. Quizás os agrade:
¡Suficiente!
¡Ya es bastante!
Ve despacio.
¡No te escapes!
Dejaremos que descanse.
¡Abre! ¡Enciende!
Con más brío.
¡No la gastes!
Esperemos que remanse.
¡Saca! ¡Asciende!
Más avío.
¿Qué me haces?
Aguardemos a que amanse.
Ay, abuelo, no lo entiendo:
¿Cómo el agua nunca se cansa
de salir del hondo pozo,
llenando la balsa vieja,
cuidando el jardín de oro?
Antonio Ortolá Ortolá. 26-10-2011
Bravo, señor Ortolá!
ResponderEliminarGracias, Teo, pero todavía no llego al nivel de tus artes.
ResponderEliminarTono, esperaba mas de ti. jajajaja
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